Te ofrezco mi más sincero
perdón.
Te he lastimado bastante.
No te he dado todo lo que hubieras
merecido.
He hecho todo lo que he
podido, cargando un sin fin de defectos, inseguridades y traumas. He vivido a
como he podido. Y te he herido bastante en el camino.
Nadie me enseño como
debía de cuidar de ti. Ni que podrías ser tan frágil.
Perdón, por tanta destrucción.
Perdón, por querer acabar
con una parte de ti; de mi.
Una lucha que empezó hace más de diez años.
Una década en guerra continua. Ya basta. ¿Quiero parar?
Me duelen cuerpo y alma.
No comí en dos días y,
hoy, me atasque a como pude. Mañana, no se que pase. Pero lo más probable es
que me sienta gorda, me lo repita mil veces en la mente y vuelva a dejar de
comer.
Hoy pese 56,900 kg. Tiene
años de que no pesaba eso.
Es mi sombra. La cruz que cargo.
Al verme en el espejo tan
delgada me sentí tan pero tan bien. Mañana sin duda no será el caso. Y volveré a
esa lucha eterna por intentar gustarte.
Me estoy ahogando en
llanto. Perdóname, por destruirte de
esta forma.
No tienes idea de lo
mucho que me hubiera gustado darte una vida sin ese problema. Perdón por haber
sido tan débil de carácter y por no poder evitarlo.
A veces, aun pienso en el suicidio. Y es que te juro
que yo he intentado luchar. He probado
mil cosas y mil lugares para hacerte sentir bien, pero no puedo. Por más
optimista que me comporte, siempre, hay una fuerza que te jala hacia la
melancolía. Al dolor eterno.
Perdón por no poder aliviarlo.
De mi, para mi.
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