7 de noviembre de 2018

Perdón.


Te ofrezco mi más sincero perdón.  

Te he lastimado bastante.  No te he dado todo lo que hubieras merecido.
He hecho todo lo que he podido, cargando un sin fin de defectos, inseguridades y traumas. He vivido a como he podido. Y te he herido bastante en el camino.
Nadie me enseño como debía de cuidar de ti. Ni que podrías ser tan frágil.

Perdón, por tanta destrucción.
Perdón, por querer acabar con una parte de ti; de mi.
 Una lucha que empezó hace más de diez años. Una década en guerra continua. Ya basta. ¿Quiero parar?

Me duelen cuerpo y alma.

No comí en dos días y, hoy, me atasque a como pude. Mañana, no se que pase. Pero lo más probable es que me sienta gorda, me lo repita mil veces en la mente y vuelva a dejar de comer.
Hoy pese 56,900 kg. Tiene años de que no pesaba eso.
 Es mi sombra. La cruz que cargo.
Al verme en el espejo tan delgada me sentí tan pero tan bien. Mañana sin duda no será el caso. Y volveré a esa lucha eterna por intentar gustarte.

Me estoy ahogando en llanto.  Perdóname, por destruirte de esta forma.

No tienes idea de lo mucho que me hubiera gustado darte una vida sin ese problema. Perdón por haber sido tan débil de carácter y por no poder evitarlo.

A veces, aun pienso en el suicidio. Y es que te juro que yo he intentado luchar.  He probado mil cosas y mil lugares para hacerte sentir bien, pero no puedo. Por más optimista que me comporte, siempre, hay una fuerza que te jala hacia la melancolía. Al dolor eterno. 

Perdón por no poder aliviarlo.

De mi, para mi. 

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